jueves, 13 de agosto de 2015

FIDEL CUMPLE 89 SABIOS AÑOS


¡FELICIDADES FIDEL!
Por Atilio Borón
Mañana, 13 de Agosto, Fidel cumplirá 89 años. Hace un par de años en un evento internacional uno de los concurrentes, angustiado por los pesimistas pronósticos sobre el rumbo de desastre que llevaba la "civilización" capitalista le preguntó al Comandante qué debemos hacer. He aquí su respuesta:
“Aunque nos dijeran que al planeta le quedan 10 años de vida nuestro deber es luchar, luchar hasta el fin. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino luchar”?
 ¡Toda una lección que sintetiza aquella máxima gramsciana de pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad!
Gracias por tu ejemplo, Comandante, y que cumplas muchos más.

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¡SALUD, FIDEL!

El cumpleaños número 89 de Fidel Castro y las líneas que por ese aniversario le dedica nuestro politólogo Atilio Borón me conmueven por un doble motivo: la trascendencia que el Comandante tiene y tendrá para la pequeña, sufrida y dignísima isla de Cuba y para la historia de la civilización, por una parte y, por la otra, el modo como esta fecha, este personaje y las frases de Borón resuenan en mí en esta particular circunstancia de mi vida.
Decía ayer Borón en su página de Facebook: “Mañana, 13 de Agosto, Fidel cumplirá 89 años. Hace un par de años en un evento internacional uno de los concurrentes, angustiado por los pesimistas pronósticos sobre el rumbo de desastre que llevaba la "civilización" capitalista le preguntó al Comandante qué debemos hacer. He aquí su respuesta: “Aunque nos dijeran que al planeta le quedan 10 años de vida nuestro deber es luchar, luchar hasta el fin. ¿Qué otra cosa podemos hacer sino luchar”? ¡Toda una lección que sintetiza aquella máxima gramsciana de pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad! Gracias por tu ejemplo, Comandante, y que cumplas muchos más.”
Hago mía también la máxima gramsciana que propone “pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad”, para afrontar en esta etapa una enfermedad neuromotriz degenerativa, discapacitante y de negro pronóstico con la que convivo desde hace dos años y por la que me trata un excelente equipo de profesionales de FLENI pero por la que en Cuba recibí el mejor tratamiento para el optimismo de mi voluntad sin desentenderme ni negar lo que me revela el pesimismo de la inteligencia, en este caso la inteligencia científica.
Mi experiencia en Cuba incluyó un mes de internación en CIREN, un instituto de restauración neurológica donde recibí un tratamiento intensivo de rehabilitación y fisiatría de seis horas diarias de lunes a sábados durante cuatro semanas. Es la misma institución donde se trataron el político radical César Jaroslavsky, el socialista Jorge Rivas o el gran director teatral argentino Alberto Ure, entre otros. A este último tuve ocasión de entrevistarlo cuando yo me desempeñaba como crítica teatral y editora en el diario Clarín. En aquel reportaje que se publicó el 26 de noviembre de 2002, cinco años después del ACV que lo dejó postrado a fines de 1997, decía Ure sobre la cuestión:  "Si algo útil me dejó esta experiencia fue haber conocido Cuba de verdad, no como un turista. Allá, todo ese discurso de las organizaciones de Derechos Humanos en contra de Cuba no prende. Porque allá la gente está conforme". Ure subraya que no hay ciudadanos de primera y de segunda, que en el hospital donde estuvo internado se curaba la madre de un funcionario del gobierno lo mismo que cualquier hijo de vecino. "El derecho a la salud es el mismo para todos, como el derecho a la alimentación, a la vivienda, a la educación. Por eso el nivel de delincuencia es muy bajo, como el de corrupción. La ley es dura para el que afana pero la gente está conforme con que se castigue a los chorros. Porque allá el que es chorro no es por hambre ni por desesperación, como acá.
-¿No hay un reclamo de mayor democracia?
¿Qué van a querer elegir? Son pobres pero lo tienen todo. ¿Te parece que van a querer elegir un modelo como éste, que genera desigualdad, injusticia, corrupción? El sistema de la Revolución no lo permite. No encontrás un cubano que pague o pida coima. Tampoco se generó un aparato burocrático como el de la ex URSS.”

Sobre mi propia vivencia, ocurrida en mayo de este año, dejé mi testimonio que, con el título de “¡GRACIAS, CIREN! ¡GRACIAS CUBA!”, escribí hace dos meses en mi página de Facebook e ilustré con un video que transcribiré ahora en mi blog. ¿Por qué la insistencia? Bueno, porque las cosas que nos pasan, las experiencias que nos dejan su marca en el cuerpo, en la memoria, en las emociones, son más irrefutables que la teoría o el pensamiento abstracto. Claro que el testimonio personal es solo eso, no cuenta con el aval de autoridad alguna y no tiene más confiabilidad que la que se haya ganado quien testimonia entre quienes lo conocen. No importa. Los fundamentos ideológicos por los que admiro profundamente los logros de la Revolución Cubana y de su líder Fidel Castro, pueden ser negados o rebatidos con los argumentos del pensamiento neoliberal. Pero lo que llevo visto y conversado y palpado y sentido a lo largo de media docena de visitas a Cuba como periodista, como enamorada de esa isla, de su gente y, ahora, como paciente de ese sistema de salud de excelencia científica, el más igualitario y el de mayor humanismo que conozco, todo eso, digo, que llevo visto y comprobado constituye un cuerpo de datos experimentales. Datos que objetivan el pensamiento de quienes defendemos un modelo de inclusión basado en el cuidado y el respeto de todos los seres humanos y de su hábitat, frente al modelo capitalista y depredatorio de los grandes centros de poder económico mundial.
Quiero entonces sumar mi voz, respecto de los desórdenes climáticos del planeta y decir con el Comandante que hoy cumple sus sabios 89: “Aunque nos dijeran que al planeta le quedan diez años de vida nuestro deber es luchar, luchar hasta el fin”.
Olga Cosentino

 

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 Cronopiando

Gracias Cuba
 

Para Rebelión

(Dedicado a Mey)

Y sí, Fidel es una de las más luminosas referencias de la historia, de las más dignas, como es Cuba un ejemplo, un gigantesco ejemplo de un pueblo diminuto, de una isla flotando en el Caribe en las mismas narices del Imperio.
Y saberlo y decirlo es para mí, también, una manera de agradecérselo.

Nadie en este manicomio en que han convertido al mundo quienes dictan su destino, disfruta de la cordura de Cuba, de su sensatez y de su juicio, de su capacidad de lucha, de su vergüenza.
Y todo ello cuando aún sin haber terminado de nacer, ya caían sobre ella agresiones, calumnias, sabotajes, pestes, invasiones… Y también el embargo, el aislamiento, el bloqueo… Y también la necesidad de transformar, solo con el empeño, aquel Casino-Hotel Club en un país, después de haber sido, en mala hora, descubierta, convertida a la fe y a la colonia y condenada al monocultivo de un azúcar amargo.

Y Cuba, sin más ayuda que el comercio que durante algunos años tuvo con la URSS en mejores condiciones que la usura habitual del llamado mundo libre, reciclando, reutilizando, apelando al ingenio, cuidando lo que había, cuando andar en Cuba en bicicleta era mofa habitual de quienes han arruinado el planeta y hoy hasta es impresentable una gran capital que se tenga por modelo y no estimule el uso de las dos ruedas sin motor, sin combustible, sin humos, sin ruidos, así es que sigue Cuba.
Apenas ha pasado poco más de medio siglo sin que se desarmaran contra Cuba ni amenazas ni agresiones y, cualquiera que sea honesto convendrá conmigo, en que bastaría cotejar la sociedad cubana con el resto de islas caribeñas después de más de un siglo de progreso y desarrollo capitalista en ellas, para apreciar la diferencia.

Todavía mueren en Cuba recién nacidos, pero en mucha menor medida que en cualquier otro país americano, incluyendo Estados Unidos. Y es verdad, sí, es verdad, muchos edificios en La Habana, para no hablar de Santiago, necesitan capas de pintura para sus fachadas, pero cuando llega la noche no hay un solo indigente en las calles cubanas buscando un portal donde pasar la noche, como tampoco hay una niña sin escuela o un niño sin atención médica.
A diferencia de la democracia mexicana, en Cuba estudiar magisterio y ejercerlo no cuesta la vida; ni el periodismo, como en Honduras, provoca la muerte; ni el sindicalismo mata como en Colombia. En Cuba no se muere de colesterol ni de hambre. En Cuba las artes, la danza, la pintura, no son malas palabras y el teatro tampoco un acertijo. La cultura respira, aunque a veces haya que procurársela asistida.

Cuba nunca es noticia porque sus estudiantes protagonicen matanzas en las escuelas o porque perturbados que siempre actúan solos y al servicio de nadie le pongan la nota de sangre al día. En Cuba no se tortura ni se practica ninguno de los tantos eufemismos y proporciones al uso en Europa y los Estados Unidos, ni aparecen fosas comunes con cientos de cadáveres, ni sería concebible Guantánamo. Tampoco sus policías semejan fantasmas cubiertos de escafandras y armados de armas largas, de perros y caballos. Hasta me atrevería a asegurar que en Cuba la policía parece gente, ni siquiera llevan pistola.
Durante todos estos años en Cuba se ha ido minando, se sigue en ello, la xenofobia, el racismo, el machismo, todos las ancestrales mentiras que nos impiden reconocernos como iguales, y en todas esas luchas de largo recorrido los progresos de Cuba son notables. Las comparaciones también ayudarían a entenderlo.

Y, a pesar de las limitaciones, de sus pocos recursos, Cuba ha impulsado proyectos tan hermosos, (casi iba a decir “cristianos”) como una universidad de medicina en la que formar gratuitamente a miles de estudiantes latinoamericanos sin recursos, y escuelas de arte, de cine, gestionadas con los mismos fines. Y ha tenido arrestos para hacerse presente en África respaldando los legítimos sueños de pueblos sojuzgados por regímenes racistas o combatiendo el Ébola, o enseñando a leer en muchas patrias americanas, contribuyendo a la salud de pueblos vecinos. Y ahí sigue trabajando, estudiando, investigando, haciendo importantes aportes a la salud y educación del mundo y, sobre todo, a los conceptos más imprescindibles para la humanidad: la solidaridad por ejemplo. Cuba ha contribuido más que nadie, lo sigue haciendo, al cuidado de miles de niñas y niños afectados en Chernobil. En el Sahara, aquella colonia que el Estado español vendió a Marruecos con todo y su gente a pesar de haber empeñado su palabra y su compromiso con Naciones Unidas de dejar la República Árabe Saharaui en manos de sus ciudadanos, pues hay miles de saharauis que son conocidos popularmente como “los cubanos” porque fue en Cuba que pudieron crecer, vivir y formarse como profesionales. Es más el castellano de esos saharauis que estudiaron en Cuba que el que sobrevivió a la colonia y la traición española.
Buena parte del sistema de salud de Haití ha estado en manos cubanas mientras el pueblo haitiano espera que le llegue la ayuda económica prometida de la “comunidad internacional”. La misma que ayer estranguló a Haití y que hoy extorsiona a Grecia.

Y si, también es verdad, Fidel dijo una vez que no se hace un paraíso en la falda de un volcán. Yo, más prosaico, agregaría que alguna vez se rompe un plato, pero que lo sepan los necios a los que cantara Silvio, yo no voy de una fábula a llorar un responso, ni acepto un desenlace por una controversia, ni voy por un pecado a ignorar el Infierno, ni por un desatino transijo una condena, que un funeral descargue de culpa al cementerio o que una discrepancia culmine en anatema. Yo no voy de una lágrima a invitar a un sepelio, ni intercambio aspavientos por pagados aplausos ni divinos naufragios por humanas tormentas. No voy de un eslabón a hacer una cadena ni me duele una cruz más que sangra un calvario, ni un rescoldo me inquieta como alarma un incendio o me aflige una cuenta tanto como un rosario y un disparo me aturde más que un parte de guerra.
En fin que, ¡gracias Cuba! Te debo mis mejores sueños.
 

¡GRACIAS, CIREN! ¡GRACIAS, CUBA!

Por Olga Cosentino

 El unicornio azul, así como la cura para esa fascinante enfermedad mortal que es la vida, no existe, aseguran los que saben. Pero buscarlo, dijo el poeta, suele ser una obsesión.
 Casi sin darme cuenta, fui en su busca a una institución cubana de la que tenía buenas referencias. Allí se habían recuperado o mejorado significativamente de afecciones neuromotrices algunas figuras conocidas, como el diputado radical César Jaroslavsky o, más acá en el tiempo, el también diputado por el socialismo, Jorge Rivas, además de otras personas menos famosas y más cercanas cuyos testimonios me decidieron a intentar la experiencia.

 Estuve internada cuatro semanas en CIREN (Centro Internacional de Restauración Neurológica), donde todos los pacientes realizan tratamiento personalizado según sus dolencias, durante seis horas diarias de lunes a viernes y cuatro horas los sábados, siempre con el seguimiento de un fisiatra o kinesiólogo y bajo la supervisión permanente de médicos neurólogos, defectólogos, logopedas, psiconeurólogos y de otras especialidades. Lo intensivo del trabajo restaurativo permite observar una pronta mejoría, cualquiera sea la dolencia. Pero según mi experiencia, es también de una eficacia decisiva el trato cálido, cercano y a la vez respetuoso de todo el personal médico y no médico. Y un plus que, sospecho, forma parte también de las estrategias clínicas de CIREN: la interacción entre los pacientes y sus familiares acompañantes a lo largo de una convivencia prolongada es absolutamente benéfico. Para empezar, nadie puede sentirse un elegido de la mala fortuna y no precisamente porque se refugie en el “consuelo de tontos”. Al contrario, cada quien tiene y manifiesta en el correr de los días, además de su distrofia o su parálisis, una historia personal, una manera de mirar el mundo, unos vínculos, unos sueños y unas aptitudes infinitamente más ricas, complejas y profundas que su puntual dolencia.
 Por mi parte, me sentí amigablemente acompañada por el doctor Amado y la doctora Carmen, por mi kinesiólogo Reynaldo, por las defectólogas Vernis y Tanaisy, por las enfermeras y mucamas, y hasta por el divertidísimo “ambulanciero” Nelson, que cada vez que transportaba pacientes desde o hacia los gimnasios y espacios de rehabilitación improvisaba pasos de comedia desopilantes, canciones y humoradas incluidas. Entre los pacientes predominaban por esos días los latinoamericanos, especialmente los venezolanos, ya que los provenientes de ese país caribeño son atendidos gratis, lo mismo que los cubanos, gracias a un convenio celebrado en 2006 por el entonces presidente Hugo Chávez con Fidel Castro. Pero se han tratado allí italianos, rusos, hindúes y hasta estadounidenses (¡). Si bien los primeros diez días estuve amorosamente acompañada por mi hija Magdalena y en la última semana vino mi amado Guillermo a buscarme, las dos semanas intermedias disfruté las charlas con la bonita e inteligente mexicana Yazmín, con la encantadora venezolana María Eugenia o con el brasileño Enio, amigo personal de Lula y militante de PT, además de las partidas de dominó o ajedrez con otros tantos compañeros y compañeras de tratamiento cuyos nombres lamento no haber retenido. Los sábados por la tarde y los domingos, el descanso incluyó paseos por La Habana Vieja, tardes en la playa, almuerzos y visitas en casa de cubanos amiguísimos y entrañables como Vivian y Mario, Lilian y Jorge o Elio y Elia, todos coincidentes en admirar a Cristina por su coherencia antiimperialista, en no confiar “ni un tantico así” en las verdaderas intenciones de los vecinos del norte y en saberse orgullosamente decididos a sostener y profundizar una Revolución que no solamente garantiza salud, educación, paz y dignidad para todos los cubanos sino que ofrece o exporta solidariamente esos mismos valores al mundo, como lo viene haciendo en Bolivia, Brasil y otras latitudes del continente, así como en los países africanos afectados por el ébola o el analfabetismo o, recientemente, con las víctimas del terremoto de Nepal.

 Por todo eso y mucho más, insisto, ¡gracias, CIREN; gracias Cuba!
 

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