ABRAZO SANTIAGUERO
La fraterna naturaleza de los cubanos volvió a sorprendernos. No una, muchas veces en esas dos intensas jornadas santiagueras. No más llegar al hotel, fuimos recibidas por Abel Domínguez, representante local de Casa de las Américas, quien junto a Valeri, su amigo músico, nos esperaban con sendas rosas y la guitarra dispuesta para regalarnos como bienvenida una canción de Pablo Milanés dedicada a Mariana Grajales, considerada Madre de la Patria. Al día siguiente, ambos se ofrecieron como guías y acompañantes de nuestras visitas al Cuartel Moncada y a la tumba de Fidel Castro.
El Grano de Maíz, mausoleo de Fidel Castro en el Cementerio de Santa Ifigenia (Santiago de Cuba). |
Allí sí tembló el suelo bajo nuestros pies. Acercarnos a menos de quince metros de la piedra de granito traída de la Sierra Maestra, en la que no más que el nombre FIDEL lo dice todo desde la austera placa de bronce, resulta una experiencia conmocionante. La forma refiere a la afirmación de José Martí que Fidel gustaba citar: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”. Incluso su pequeño tamaño, comparado con el del vecino mausoleo de Martí, encierra una honda y deliberada simbología, tanto como la sombra que el monumento del Apóstol proyecta sobre el del discípulo continuador de la gesta independentista. A esos significados hay que sumar los del silencio ritual con que se acercan, en forma diaria y permanente, turistas y cubanos; la música marchosa que acompaña, cada media hora, el cambio de guardia de las tumbas del Comandante, del nombrado Martí, de Antonio Maceo y de Mariana Grajales; y hasta el desfile marcial de unas decenas de soldados de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), herederas del Ejército Rebelde que derrocó al régimen batistiano. Todo eso y mucho más hace que la visita al Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, sea una estación ineludible para quien ponga un pie en esta ciudad heroica del Oriente cubano. El esplendor arquitectónico y escultórico de los sepulcros, la conservación y hasta la limpieza de esa necrópolis hablan de la identificación con valores permanentes que, entre otros rasgos, caracteriza a este pueblo.
Por fin, en nuestro segundo y último día en la ciudad, nuestro guía fue el poeta santiaguero Reynaldo García Blanco, a quien conocimos en La Habana, invitado por haber sido premiado en 2017 por su libro Este es un disco de vinilo donde hay canciones rusas para escuchar en inglés y viceversa. Junto a su encantadora compañera Myrna, escritora y experta en origami, nos acompañó en nuevos paseos por la ciudad mientras compartimos demoradas charlas sobre su país, sobre el nuestro, sobre literatura, sobre educación, sobre música, sobre costumbres y hasta sobre el habla coloquial, insultos y eufemismos picarescos de los distintos grupos hispanohablantes. Al atardecer, bajo un cielo virando de rojos a azules, junto a Reynaldo y Myrna, en la terraza de un Centro Cultural del centro de Santiago, empezamos a despedirnos de Cuba en una peña donde el grupo Kokoyé desplegó, con virtuosismo musical y coreográfico, un seductor programa de rumba con fuertes reminiscencias africanas. Fueron casi dos semanas en las que un país sometido a décadas de escaseces y privaciones nos regaló con prodigalidad lo que allí sobra: la riqueza sin precio de su cultura, su alegría, su sensualidad, su belleza y su fraternidad.
En el caso puntual de Casa de las Américas, parece no haber bloqueo genocida ni indiferencia internacional ni huracanes devastadores capaces de detener su marcha hacia la integración cultural del continente. No sólo sigue entregando este Premio Literario, sin duda el más prestigioso de la región. También mantiene la continuidad de publicaciones como las revistas Casa de las Américas y Conjunto. Y si se trata de contabilizar las actividades programadas para la primera mitad de 2018, se puede empezar por el Coloquio y Premio de Musicología, el Internacional de la Mujer, el de Culturas Originarias de América o el Encuentro Latinoamericano de Artes Escénicas Mayo Teatral. Sin olvidar el compromiso permanente con la realidad del continente que, ante el acoso internacional que viene sufriendo la hermana República Bolivariana de Venezuela, el pasado 16 de febrero, volvió a expresarse en la “Declaración de Casa de las Américas: La Venezuela de hoy no será el Chile de 1973” y que recomiendo leer íntegra en el enlace http://laventana.casa.cult.cu/noticias/2018/02/16/declaracion-de-la-casa-de-las-americas-la-venezuela-de-hoy-no-sera-el-chile-de-1973/
Es que Cuba concibe y ejerce la solidaridad entre los pueblos y la empatía entre las personas como el único modo posible y perfectible de su Revolución. Inevitable confrontar con las formas de organización social dominantes que tan de cerca conocemos, donde se censura, se persigue y hasta se mata en nombre de la democracia; donde se humilla y hambrea a los docentes, donde se cierran escuelas o se convierte la salud, la educación y la cultura en mercancías premium para las elites que pueden pagarlas. Inevitable, por las mismas razones, valorar como un verdadero premio la posibilidad de ver materializado y en permanente construcción, el ideal del mundo como casa común. Aunque sea, por ahora, sólo en una isla.