sábado, 27 de octubre de 2018

EL TESTIGO


En lo alto de una empinada escalera, en el barrio del Once, anidó La Golondrina. No es, en este caso, una de las aves venidas de San Juan Capistrano en busca de nuestra primavera.
Es la nueva sala teatral que acaba de inaugurarse en el 2615 de la calle Sarmiento, desafiando los peores pronósticos, no necesariamente climáticos. Una temeridad a la que no es ajena la pasión teatrera de estas latitudes: durante los aciagos 2000/2001 también se abrieron unos cuantos pequeños espacios escénicos, en casas de familia, galpones o garajes.
Esta vez, el atrevimiento corre por cuenta de Nicolás Juan Porras, autor, intérprete y codirector junto a María Noble, de la obra El Testigo. Y recomiendo trepar los escalones que llevan al segundo piso, aunque alguien tenga que hacerte el favor, como a mí, de transportar la silla de ruedas. Porque los viernes, un poco antes de las 20:30 , tendrás ocasión de sentirte como en casa de viejos y entrañables amigos mientras te toque esperar que den sala para el comienzo de la función. Una "sala de espera" que envidiaría la mejor médica clínica que tengo la fortuna de conocer. Ambientado con muebles de indisimulable pasado, con libros que ya fueron leídos, con cuadros y flores frescas que responden a razones menos obvias que los dictados del diseño, con música de poca estridencia y mucha reminiscencia, el vestíbulo te abriga y te invita. Con vino tinto, el día del estreno; con sonrisas y amable charla promovida por los artistas y dueños de casa, siempre.


Ya en la sala, la escenografía propone cierta continuidad con la estética de la antesala, aunque aquí sí la utilería, las luces, la penumbra, los retratos antiguos, la textura y contorno de los materiales de escena revelan un detallismo refinado, de cuidada orfebrería y puntual, intencionado significado.
Sentado a un escritorio austero y decimonónico, el actor inicia el monólogo introspectivo del narrador, sumido en evocativa cavilación. Conforme va desgranando sus recuerdos, el personaje se transfigura en las distintas criaturas de la memoria. Con un tenue apagón o con un discretísimo cambio en el vestuario (ponerse o quitarse una gorra, un chaleco, unos anteojos), aparece o se desvanece un enfático vendedor de zapatos, un sensible peluquero o un político fascistoide y caricaturesco. Y enhebrando la secuencia, una historia de amor y dolor atraviesa la trama con levedad, sin desgarros románticos pero rindiendo un inocultable tributo al Marcel Proust de En busca del tiempo perdido. La dramaturgia de Porras exhibe un dominio de la escritura autobiográfica basada en la recuperación de sensaciones, de pequeños gestos y detalles que, a pesar de su aparente trivialidad, el recuerdo atesora, a la manera de la olorosa magdalena proustiana.

En cuanto al actor Porras, cabe destacar la ductilidad expresiva con que aborda los distintos personajes sin enfatizar las transiciones. Al contrario, en vez de subrayar el corte y cambio de rol, la puesta recurre a modificaciones sutiles de la iluminación o interviene la acción con fragmentos musicales de tácita sugerencia. Elude así la lógica de lo real para expandir el pasado y su resignificación, en el territorio sin fronteras del sueño. O del tiempo. O del tiempo perdido. Que si vas a ver El Testigo, en La Golondrina recién nacida, lo habrás recuperado. 

FICHA TÉCNICA
Dramaturgia y actuación: Nicolás Juan Porras
Dirección: María Noble, Nicolás Juan Porras
Diseño artístico y producción: Locos del Once
Asistencia de dirección: Julieta Acevedo, Paula Intile
Fotografía: María Noble
Diseño gráfico: Belén García Durigon
Funciones: viernes 20:30
Sala: La Golondrina, Sarmiento 2615, CABA
Reservas: 11-4936-1234 / teatrolagolondrina@gmail.com



 

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