domingo, 7 de diciembre de 2025

MARÚNICA – REPORTAJE A UNA PINTORA ESPAÑOLA

“Marúnica” la llamaba su amigo Pablo Neruda. Y la pintora surrealista Maruja Mallo exhibió el apodo, orgullosa y desafiante, en su vital recorrido por casi todo el siglo XX. Pero ni el aval del apelativo, ni la singularidad de su talento artístico, ni su extravagante personalidad alcanzaron. Fue necesario que la no menos talentosa actriz, dramaturga e intelectual argentina Cecilia Hopkins estrenara el delicioso unipersonal que tituló precisamente Marúnica – Reportaje a una pintora española, para que los algoritmos empiecen -lentamente, aquí sí- a darse por enterados. Hagan ustedes la prueba: pregunten, a la muy artificial AI, por las figuras prominentes del surrealismo. Les dirá que André Breton --claro, fundador de la tendencia, y agregará que Dalí, Max Ernst, Miró, Buñuel, Éluard y algunos más. La lista difícilmente incluya a alguna mujer, que las hubo. Ni a Maruja Mallo. Que no sólo fue relevante en las artes plásticas de la época. Además, colaboró como coautora, musa inspiradora o… ¿influencer, se diría hoy?, en las creaciones de varios artistas del movimiento nacido en Francia y de la Generación del 27 en España.
Una vez más el teatro, en su modestia, le pone voz y cuerpo a lo silenciado rescatando, en este caso, a una mujer artista olvidada por el canon. Un acto de justicia poética producido por otras dos mujeres: la autora y actriz Cecilia Hopkins y la rigurosa e inspirada directora Ana Alvarado. Está ocurriendo en Buenos Aires, donde el régimen autoritario que gobierna el país arrasa con el Instituto Nacional de Teatro y con derechos humanos esenciales como el acceso a alimentos, salud, educación o cultura. Mientras tanto, tercamente, el teatro independiente insiste. Y el pequeño escenario del Centro Cultural de la Cooperación ofrece Marúnica.
DESCUBRIR UN PERSONAJE
La pieza escrita por Hopkins rescata de la desmemoria cultural a una artista que, a la par de otros iconoclastas que sí accedieron al canon, se atrevió a cuestionar convenciones estéticas y sociales. A veces escandalizando las buenas conciencias y hasta desafiando la sanción o la persecución políticas. Atrevimientos que le exigieron, por ser mujer, cuotas extra de coraje en su momento y el olvido de su nombre en la historia patriarcal de la cultura. La biografía de la Maruja histórica llega al escenario en una síntesis bastante completa y veraz, pero no discursiva. La dramaturga e intérprete lo resuelve a pura teatralidad, intercalando el relato evocativo en tiempo presente con dramatizaciones en flashback. El personaje cambia su vestuario frente al público, o su gestualidad o su registro de habla, mientras refiere anécdotas como su vuelta en bicicleta por la nave de una iglesia en plena misa, o la osadía de pasearse por la madrileña Puerta del Sol ¡sin sombrero!, o el desparpajo con que se dejó fotografiar sólo vestida con algas, en la playa de Isla Negra, durante su visita a Neruda en Chile.
DESCUBRIR UNA ACTRIZ
La puesta en escena de Alvarado contribuye a visibilizar las dotes de una actriz superlativa pero semioculta. Porque al cono de sombra de su discretísimo perfil mediático, Cecilia suma su alto compromiso en cada una de las múltiples disciplinas que encara. Escribe sus monólogos, los actúa, los canta y los baila con el mismo rigor y la misma pasión que dedica a su oficio de periodista en el diario Página 12, a la docencia en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), a la investigación en el campo de la antropología teatral y a la escritura y publicación de varios y enjundiosos ensayos. Tal vez ése sea el bosque que disimula el árbol. Algunos –pocos, para sus muchas dotes— ya sabíamos que Cecilia es una actriz completa en la variedad de sus recursos, finísima en la pertinencia y la proporción a la hora de usarlos, capaz de adentrarse en la humanidad del personaje y hacerlo respirar a la vista del público. Y capaz, también, de trascender el mero realismo y, por ejemplo, concentrar la densidad simbólica de un significado en el modo de mirar, de levantar una pierna, de tensar o relajar los dedos de la mano o de envejecer a su personaje con sólo dejar caer el músculo de su mejilla. Ya nos había deslumbrado con sus anteriores creaciones: Gemma Sunz, La cabeza de Acevedo , La memoria de Federico o La celebración de Manuela Sáenz, entre otras. Pero siempre, en el circuito del teatro independiente o hasta en la penumbra de una casa de familia. Y siempre también, con realizaciones austeras trabajadas con el detalle exquisito de un bordado a mano. Un colega en este oficio de pensar el teatro, el crítico Pablo Zunino (también psicoanalista, dramaturgo y actor), sostiene que la Hopkins es algo así como la reencarnación de Inda Ledesma (1926-2010), otra portentosa mujer de la escena argentina. A mí me deslumbra lo que a Cecilia la hace única y singular entre las mejores. Y en eso de jugar con referentes previos, me gusta pensar lo bien que le cuadra el apellido artístico, que remite a otro grande pero de la escena británica. Tengan o no parentescos sanguíneos, lo que una y otro comparten les corre por las venas. Y hablando de parentescos, también encuentro que nuestra Cecilia Hopkins conecta con Maruja Mallo a través de la inmerecida opacidad de sus respectivos aportes a las artes y la cultura. Una deuda que la obra Marúnica intenta saldar con la artista plástica que, durante la Guerra Civil Española, se exilió en la Argentina, donde vivió durante 25 años.
GOZAR UN ESPECTÁCULO
La dramaturgia de la pieza tiene la estructura del reportaje frente a un medio audiovisual, género que Hopkins domina por su oficio de periodista. La pintora entrevistada se va revelando no sólo por sus respuestas sino también por el modo de presentarse, vestida y maquillada con extravagancia; por el modo de narrar, el modo de recordar y hasta el de eludir los temas que le incomodan. Así nos vamos enterando de su romance con Rafael Alberti, el poeta que habla por boca de Maruja con el acento andaluz que la actriz remeda con encanto. También adivinamos otros amoríos y sospechamos la no tan velada insidia que acaso anidara en el vínculo de la pintora con otros referentes de la bohemia artística e intelectual de su tiempo. Su decisión de emanciparse de toda sujeción a convenciones y ataduras sociales, estéticas, políticas o de género va apareciendo con naturalidad, sin necesidad de enunciados farragosos o pedantería didáctica. En un registro ligeramente desplazado respecto del realismo, la estética de Marúnica no llega al expresionismo, mucho menos a un absurdo radical. Pero tampoco se somete a una lógica racional. De hecho Maruja interactúa con un títere de trapo, réplica de sí misma. El recurso refiere a la dualidad persona-personaje con la que convivió la Mallo. A la vez, es reconocible el refinamiento de la dirección en el uso de la muñeca, ya que Ana Alvarado acumula una fértil trayectoria en el teatro de títeres y objetos. La Maruja de trapo deviene una suerte de intermediaria entre lo estrafalario y la ternura. Hay una visible armonía entre el texto y el estilo de actuación. Virtud que deriva de que dramaturga y actriz coinciden en la misma persona. Es evidente también que el virtuosismo de Hopkins fue cuidadosamente administrado y puesto al servicio del espectáculo por la dirección de Alvarado. Resultado que mucho depende de la sintonía y confianza entre autora/actriz y directora. No sólo en lo referido a la actuación sino también a las elecciones en materia de vestuario, maquillaje, iluminación, sonido, escenografía, dinámica escénica o tecnología audiovisual. Y acá esos rubros se integran armónicamente, no destacan por exceso ni por carencia; sólo hacen parte de una totalidad imprescindible. La proyección de cuadros de Maruja Mallo y la animación de las imágenes pictóricas, cambiando de lugar, deformándose o diluyéndose, que realizó Romina Larroca, no son mera ilustración efectista sino sujetos dotados de teatralidad que dialogan con el personaje. Lo mismo hay que decir de la música y sonorización de Nicolás Cardoso, todos lenguajes que interactúan ironizando, revelando lo inconsciente, o poniéndole voz, forma o color a lo innombrado. En tiempos hostiles son tan necesarias como escasas las experiencias felices. Siento un deber avisar que en Marúnica hay una disponible.
FICHA TÉCNICA
Obra: MARÚNICA – REPORTAJE A UNA PINTORA ESPAÑOLA
Autora e intérprete: Cecilia Hopkins
Vestuario: Roxana Ciordia
Diseño y realización de imágenes: Romina Larroca
Diseño Lumínico: Horacio Novelle
Diseño y realización de títere: Alejandra Farley
Diseño y realización de utilería para títere: Román Lamas
Edición de sonido: Nicolás Cardoso
Fotografía: Alicia Busso
Producción Ejecutiva: Cristina Sisca
Asistencia de Dirección: Romina Larroca
Dirección: Ana Alvarado
Teatro: Centro Cultural de la Cooperación
Temporada 2025
(Reseña publicada en revista CONJUNTO, Casa de las Américas, La Habana, Cuba)