¿Habría algo que decir frente a la perfección? Si existiese (por fortuna tal cosa sigue siendo inalcanzable), lo demás sería sólo silencio.
Pero ante lo que roza lo perfecto una también se queda sin palabras. Cualquier opinión parece enfatizar su propia banalidad, la estéril pretensión de decir algo sobre lo que fue capaz de decirlo casi todo.
Es lo que siento ante La memoria de Federico, la obra escrita y dirigida por el español Etelvino Vázquez que interpreta Cecilia Hopkins en el Centro Cultural de la Cooperación y que este viernes 11 ofrecerá su segunda –e inexplicablemente última—función. Y aunque estoy convencida de que la mejor reseña (que no pretende ser ésta) nada podría agregar a este espectáculo que se autoabastece en su integral excelencia, he decidido volver a escribir en mi blog para llamar la atención de quienes amen el teatro y, muy especialmente, de quienes conozcan algo de la obra y biografía de Federico García Lorca, para que no se pierdan esta oportunidad única, por ahora, de regalarse un momento de felicidad poética. Lo que no es para desdeñar en estos tiempos de tanta tristeza. Sobre todo porque la dicha que se experimenta ante esta pieza de pequeño formato e intenso lirismo no va por el lado de la evasión. Al contrario, incluye nuestros dolores de hoy al evocar, sublimados, los de la España de la dictadura franquista que, hace más de ocho décadas, expulsó, persiguió, asesinó o desapareció a libertarios y disidentes. Entre tantos, el autor granadino ultimado en un barranco de Viznar o la actriz Margarita Xirgu, que se exilió en Buenos Aires y que, uno y otra, vuelven a vivir en la interpretación magistral de Cecilia Hopkins.
En una verdadera hazaña expresiva, nuestra actriz da vida a varios personajes de la historia y de la ficción, a través de los cuales recupera la memoria del artista asesinado en 1936 por la Guardia Civil Española. Lo hace imaginando un diálogo entre la Xirgu y Federico y reviviendo pasajes de algunas de sus obras más emblemáticas, como Mariana Pineda, Yerma, Doña Rosita la soltera o Bodas de sangre, algunos versos de Poeta en Nueva York o Romancero gitano y algunas canciones que entona con afinación y delicadeza conmovedoras.
En cada caso, y con mínimos cambios de vestuario frente al público, se generan imágenes icónicas que aluden a gestos teatrales de la verdadera Xirgu eternizados por la fotografía o el recuerdo. En algunas escenas, la acción produce una suerte de esculturas teatrales. Las dotes expresivas de Hopkins combinan con naturalidad la danza, la actuación, el canto afinadísimo y la delicada manipulación de un largo lienzo de tela cruda. Este material, que es traje, velo o capucha según pida la secuencia dramática, remite al mármol o a la piedra por su textura y su color a la vez que es movido con etérea plasticidad. Esa tensión entre lo dinámico y lo estático, entre el flujo de la vida hacia la muerte y la permanencia del recuerdo que fragua en leyenda o en mito, es lo que estructura la impecable teatralidad del espectáculo. A lo que hay que sumar el detalle no menos ponderable de los acentos regionales que la actriz otorga al discurso, según el texto pida el reconocible acento rioplatense, reclame la castiza dicción de la Xirgu o recree la cadencia andaluza de Federico.
De este inspirado encuentro entre el poeta mártir de
Granada, la memorable actriz catalana y la sensible, consumada recreación de
la intérprete argentina, el director español consiguió un concentrado poético que
merecerían --¿necesitarían?— tener a disposición muchos más espectadores que
los que caben en la próxima función. Esperemos que no sea, como se anuncia, la
última.
FICHA TÉCNICA
Autor y director: Etelvino Vázquez
Actriz: Cecilia Hopkins
Sala: Osvaldo Pugliese, del Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543
Segunda y última función: viernes 11 de agosto a las 20:30
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