jueves, 22 de marzo de 2018

VER CUBA DESDE CASA (Parte 1)


Seis postales de la cultura y la idiosincrasia cubanas, registradas en mi reciente visita a la isla como integrante del Jurado del Premio Literario 2018, en la categoría Teatro, que otorga Casa de las Américas. La distinción, sin duda la más prestigiosa de la región, galardonó esta vez al argentino Fernando Crespi por su obra Paraje Luna. Pero el encuentro me sirvió para redescubrir, confirmar y compartir una realidad que no se agota en la lectura de los textos concursantes.


 
Pergamino suma un nuevo pergamino. A la lista de sus hijos ilustres encabezada sin duda por el cantor, músico y poeta mayor don Atahualpa Yupanqui--, se agrega ahora Fernando Crespi, ganador del Premio Literario/Teatro 2018 de Casa de las Américas (La Habana, Cuba) por su obra Paraje Luna. Se trata de un texto que revela no solo a un artista inspirado en la elección del tema, a un autor que domina el desarrollo de la peripecia y los mecanismos del lenguaje. Es una pieza impecable en su estructura, que avanza a través de situaciones y personajes tan delirantes como reconocibles, que articula humor y tragedia, y cuyo aparente localismo (la cíclica fatalidad de sequías e inundaciones en zonas agrícolas), es referente de múltiples y universales significados. En los que, como enuncian los considerandos del Jurado, “confrontan la ruralidad y lo urbano, el saber y el prejuicio, la tragedia y el ridículo, la pequeñez de la criatura humana y la desmesura de sus sueños”.

                        La mayor institución cultural cubana premió a Fernando Crespi y enorgulleció sin duda a los pergaminenses. Pero además, tengo la percepción de haber sido premiada cuando se me convocó para integrar el Jurado de Teatro junto a María Teresa Zúñiga (Perú), Charo Francés (España-Ecuador), Diego Sánchez (Colombia) y Alexis Díaz (Cuba). Se me premió con la oportunidad de asomarme a la diversidad creadora del continente y a la vitalidad cultural y social de Cuba, tan opacada, negada y distorsionada por los medios informativos dominantes. Por eso, lo que vi, leí y viví fue mucho más que las cuarenta y cuatro piezas de dramaturgos cubanos, argentinos, mexicanos, salvadoreños, panameños, colombianos, dominicanos, guatemaltecos, peruanos, venezolanos, portorriqueños y chilenos que concursaron. Y por eso quiero contarlo.

            Cuando abrí mi correo y encontré la invitación a formar parte del Jurado del Premio Literario Casa de las Américas 2018, tuve un vago presentimiento, algo así como un indicio de que esta vez la experiencia de estar en Cuba sería distinta.

Había recorrido varias veces la isla intentando encontrar (y lográndolo) lo que omiten o desfiguran los medios masivos o las guías turísticas respectivamente. Hasta terminé internándome (metafórica y literalmente) en su sistema de salud, en las dos ocasiones en que, en el CIREN (Centro Internacional de Restauración Neuromotriz), con sede en La Habana, recibí eficaces tratamientos de alivio a la Esclerosis Lateral Amiotrófica que me aqueja desde hace algunos años. Reitero, entonces, que conocía Cuba. O creía conocerla.

            Sin embargo, ahora la cosa pintaba diferente. Empezando porque haber sido convocada por esa Casa de renombre mundial era en sí mismo un honor, un regalo de la vida que no estaba segura de merecer.  Al menos, sentía el desafío de estar a la altura de los antecedentes de un premio literario diseñado en su origen nada menos que por Alejo Carpentier. Un galardón que recibieron Julio Cortázar, Abelardo Castillo, Eduardo Galeano, Ricardo Piglia, Andrés Lizarraga, Juan Gelman, Ezequiel Martínez Estrada, Osvaldo Dragún, Noé Jitrik, David Viñas, Enrique Buenaventura, Virgilio Piñera, Antonio Skármeta, Haroldo Conti, Atilio Borón o Idea Vilariño entre otros nombres de pareja estatura literaria.
El edificio de Casa de las Américas, en La Habana, Cuba.
            Un lauro que, por si le faltaran antecedentes ilustres, contó con jurados como Atahualpa Del Cioppo, Paco Urondo, Carlos Monsiváis, Ernesto Cardenal, Haroldo Conti, José María Arguedas, José Saramago, Horacio Verbitsky, Emir Sader, Fernando Martínez Heredia, Augusto Monterroso, Nicanor Parra, José Lezama Lima, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Rodolfo Walsh, María Seoane o quien hoy preside la institución, Roberto Fernández Retamar.
           Un premio que viene entregándose anualmente de manera ininterrumpida, desde aquel mítico 1959 del triunfo de la Revolución Cubana, a lo largo de casi seis décadas de cruel bloqueo económico. Tiempo que incluye el atroz “período especial” desencadenado tras la caída de la URSS, cuando volvió a confirmarse que, aun a la hora de adaptar las políticas públicas a severísimas limitaciones presupuestarias, la cultura --tanto como la salud y la educación-- sigue siendo en Cuba un derecho humano innegociable .

 

 

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